2022-04-05

Investigación realizada por Manuel Fuenzalida releva la importancia de la protección de fuentes de agua y restauración del bosque nativo en Tirúa

En el marco de un estudio realizado en Tirúa por los académicos del Departamento de Geografía y del Laboratorio Territorio y Sociedad de la Universidad Alberto Hurtado, Manuel Fuenzalida y Simón Arce, la Fundación Licán se encuentra realizando el proyecto “Restaurando aguas y bosques del Lavkenmapu”.

La crisis del agua es un fenómeno que se extiende por todo el país y que, si bien los últimos días ha causado inquietud por un posible racionamiento en la Región Metropolitana, hace años mantiene a varias localidades sin abastecimiento permanente. Una señal de la magnitud del problema es el hecho de que el Ministerio de Agricultura acaba de renovar -hasta junio- los decretos de escasez hídrica de 231 comunas (67% de los municipios del país).

En el sur, a pesar de que las lluvias suelen ser más abundantes que en la zona centro-norte, el problema del agua también ha ido aumentando los últimos años, en parte por la disminución de las precipitaciones provocada por el cambio climático, pero también por la forma de gestionar los recursos hídricos y por la degradación de los ecosistemas que permiten mantener el buen funcionamiento el ciclo natural del agua. (EH2030, 2019)

En este contexto, los habitantes de la comuna de Tirúa, en el límite austral de la región del Biobío, han visto una reducción considerable de sus fuentes de agua y, actualmente, más del el 13% de la población (unas 1.500 personas de un total de 11.000) se abastece de agua potable mediante camiones aljibe administrados por el municipio.

Según información aparecida en el Diario de Concepción la semana pasada, con cifras de la Dirección General de Aguas (DGA), el déficit de lluvias es de 27,6 % en la provincia de Arauco, a la que pertenece Tirúa. A su vez, un estudio realizado en Tirúa por los académicos del Departamento de Geografía y del Laboratorio Territorio y Sociedad de la Universidad Alberto Hurtado, Manuel Fuenzalida y Simón Arce, evidenció que entre 1997 y 2014 la proporción de superficie comunal cubierta por plantación forestal pasó de 33 a 45,4%, mientras que en el mismo periodo el bosque nativo pasó de ocupar 13,5% a un 11,7%. (Anuari del Conflicte Social, 2018). La misma investigación se refiere al consumo de agua de los monocultivos y su consecuencia en la disminución de las napas subterráneas, así como en la erosión provocada por la tala, que es más severa debido a la pendiente de la zona, ubicada en la cordillera de la costa.

Por estas razones, la Fundación Licán está realizando en esa zona un proyecto destinado a proteger las fuentes de agua y restaurar el bosque nativo, cuyas características favorecen el almacenamiento de agua en los acuíferos y la recuperación de la biodiversidad.

La coordinadora de la iniciativa, Susana Huenul Colicoy, explica que están trabajando con un total de 20 familias -unas cien personas- principalmente de Tirúa Sur, comenzando este año con la mitad, para seguir en 2023 con el resto. Todas las familias participantes poseen un terreno -de diversas superficies-, donde se encuentra algún tipo de fuente de agua, como vertientes, arroyos, nacientes, por mencionar algunas.

El proyecto se llama “Restaurando aguas y bosques del Lavkenmapu” y consiste principalmente en la implementación de técnicas de restauración agroecológica. Según comenta Huenul, se trata de una forma integral de abordar el problema considerando elementos de la cosmovisión mapuche, “donde existe el concepto de itrofill mongen, que si bien es más profundo de lo que una podría decir en castellano, se refiere a todas las vidas interrelacionadas entre sí,  a la relación del ser humano con los distintos elementos de la naturaleza, es decir, comprender que si afectamos el bosque, afectamos también toda la biodiversidad, no solo los suelos y la disponibilidad de agua, que es en el plano material, sino también en el plano inmaterial vinculado con lo espiritual”.

Bosque comestible

Las familias participantes del proyecto son en su mayoría de Tirúa Sur, de los sectores de Colcuma, Ponotro, Cura, Puente Tierra, Cerro Negro, entre otros.

Una de las partícipes es Sara Cayupe Cauyan, del sector de Ponotro, quien cuenta su situación: “Mi disponibilidad de agua es muy poca y los últimos años estoy dependiendo del camión aljibe, así es que por lo mismo estoy muy contenta con este proyecto, con la esperanza de que en un tiempo futuro pueda volver a tener esa agüita en mi vertiente, igual como la conocí en aquellos años en vida de mis padres, hace 48 años. Esa es mi esperanza, que a través de este proyecto con la ayuda de dios lograré recuperar mi agüita”.

Cayupe, quien es una destacada artesana textil mapuche, agrega que, entre otras razones, se sumó a esta iniciativa porque considera muy útil el apoyo de las personas que les están dando asesoría y porque cree que tiene una muy buena finalidad: “tener en mi campo un bosque comestible”.

La artesana se refiere así a una característica especial de este proyecto, que apunta a favorecer la soberanía alimentaria de los habitantes de la zona, mediante una técnica que permite incorporar en la formación del bosque otras especies comestibles, como parte de la restauración del ecosistema.

“Es un sistema donde todo crece y convive prácticamente sin necesidad de intervención, es decir, nada de fertilizantes artificiales u otro tipo de químicos. Se incorporan árboles frutales, además de árboles de servicio que fijan el nitrógeno a través de las hojas y ayudan a fertilizar el suelo, así como una serie de plantas denominadas acumuladores dinámicos, que cumplen funciones en la fertilización del suelo”, explica la coordinadora de la iniciativa.

Añade que en un plazo de 3 a 4 años el bosque, aunque joven, ya posee todas capas, como cubresuelo, arbustos y árboles que, “junto con devolver la vida al suelo para que vuelvan las aguas, además va a entregar alimento para las personas. Por eso optamos por este modelo, porque permite responder a todas las áreas problemáticas: falta de agua, suelo erosionado y necesidad de asegurar una alimentación saludable”.

Susana Huenul cuenta que parte del equipo a cargo del proyecto fue a capacitarse al Centro de Agroforestería y Bosque Comestible Huelemu, en Linares, en 2019, y pudieron ver en terreno cómo se va desarrollando este tipo de bosque, donde además de frutas se producen semillas, hojas y raíces comestibles, plantas medicinales, hongos, miel, forraje, etc.

“Mi disponibilidad de agua es muy poca y los últimos años estoy dependiendo del camión aljibe, así es que por lo mismo estoy muy contenta con este proyecto, con la esperanza de que en un tiempo futuro pueda volver a tener esa agüita en mi vertiente”.

Sara Cayupe Cauyan, participante de la iniciativa.

Fondo común

La semilla de este proyecto, relata Huenul, comenzó a gestarse hace varios años, a partir de una serie de encuentros de mujeres que se realizaron en 2014, incluyendo sensibilización respecto de la importancia del bosque nativo. Uno de los expositores habló sobre el impacto de los monocultivos en la disponibilidad de agua y con esta exposición “varias de las asistentes quedaron muy interesadas, porque en los ’90 plantaron pinos y eucaliptos en sus predios -en virtud del DL 701- y ya estaban viendo efectos negativos, principalmente erosión de los suelos y escasez de agua”.

“A partir de ahí se realizó una campaña de arborización y las mujeres pidieron talleres para capacitarse y adquirir herramientas para cuidar sus aguas”, cuenta la coordinadora. Fue así como la Fundación Licán comenzó a apoyar esta y otras iniciativas relacionadas con la seguridad alimentaria, y el año pasado postularon al programa “Fondo Común”, un fondo concursable de Fundación Lepe, que busca potenciar proyectos comunitarios que apliquen soluciones colaborativas con impacto social.

El proyecto “Restaurando aguas y bosques del Lavkenmapu” fue una de las 431 iniciativas que postularon en 2021 a ese fondo, pero su alto impacto social y ambiental, así como sus características comunitarias fueron clave para consagrarse como uno de los ocho proyectos ganadores de esta versión, cuyos resultados acaban de conocerse.

La directora ejecutiva de Fundación Lepe, Verónica Morales, explica que esta es la tercera versión de “Fondo Común” (2017, 2019, 2021) y en todas ellas han recibido cientos de postulaciones muy interesantes. “En esta oportunidad, luego de un exhaustivo proceso, ocho proyectos resultaron seleccionados para trabajar durante dos años en el cumplimiento de sus objetivos. Esta nueva instancia permitirá a agentes de cambio de carácter nacional potenciar proyectos comunitarios que apliquen soluciones colaborativas, que tengan desarrollo e impacto social positivo, que promuevan el bien común y que directa o indirectamente representen el actuar resiliente de las comunidades frente a la actual crisis climática”.

Así, Fundación Licán se adjudicó un total de 30 millones de pesos para este proyecto de Tirúa, los que serán invertidos principalmente en la compra de mallas para proteger las fuentes de agua, para conservarlas y “evitar que los animales -particularmente vacas- las contaminen con orina y excremento”, explica Susana Huenul. Asimismo, en una primera etapa van a comprar árboles, tanto frutales como especies nativas, y paralelamente harán “talleres de viverismo para que la gente aprenda, y así no tener que estar comprando plantas todos los años”. Todo lo anterior con la debida asesoría técnica coordinada por Fundación Licán -perteneciente a la comunidad jesuita con amplia presencia en la zona- y ejecutado por los miembros de las familias participantes.

Además, una parte del fondo se destinará a financiar la asesoría técnica de un ingeniero forestal especializado en estas materias, así como talleres, como por ejemplo uno sobre bosque comestible y otro sobre cuidado del agua, que serán dictados por dirigentas de la Red de Mujeres del Lavkenmapu, que llevan más de siete años realizando un trabajo de recuperación de saberes y prácticas (agua, semillas, alimentación, etc.). “El enfoque que propusimos para trabajar tiene un componente participativo alto, usando una metodología donde son los mismos campesinos y campesinas lo que comparten sus saberes con los demás”, señala Huenul.

Soluciones reales

El pasado 22 de marzo, en Tirúa realizaron un encuentro con motivo del Día Mundial del Agua y, según cuenta Susana Huenul, se conversó sobre la forma en que las políticas públicas han abordado esta crisis, principalmente con camiones aljibe. “Hablamos de las verdaderas soluciones y las falsas soluciones, porque claramente las soluciones reales, sustentables y a largo plazo, pasan por la restauración de los ecosistemas, con una mirada integral que permita devolverle la vida al suelo para que pueda captar más agua”.

A eso apunta este proyecto, añade: primero se protege la fuente y luego se plantan especies que llamen al agua, como chilco, canelo, helechos entre otras.

Además del impacto ambiental y en la soberanía alimentaria, esta restauración busca generar un impacto social en la comuna. Según explica la coordinadora del proyecto, se busca promover la valoración de la comunidad y su cultura, que se ha ido perdiendo por múltiples motivos. Relata particularmente el fenómeno de la migración de los jóvenes a los centros urbanos que, debido a la pandemia se comenzó a revertir. “Esa migración ha impactado fuertemente el tejido social, con la pérdida del conocimiento mapuche campesino (…) Recuperar la tierra y el agua ayuda a que las personas conozcan una forma de vivir del campo que sea sustentable, y puede ser un factor protector para que la gente no vaya a vivir una vida miserable a las ciudades”.

Otro de los participantes del proyecto, Diego Lincopi, habitante del sector de Tranicura, cuenta que están muy interesados en proteger el agua y recuperar el bosque nativo, y espera que desde Fundación Licán les entreguen el conocimiento para implementar las medidas adecuadas de la forma correcta. “Con este proyecto esperamos proteger la vertiente de agua que está en nuestro terreno, que se ve afectada por el monocultivo que la rodea”, señala Lincopi.

Agrega que esa es la única fuente de agua que poseen, por lo que les resulta indispensable y urgente su protección y recuperación. “La vertiente está rodeada de plantaciones de eucalipto y pino, y hemos visto que esa agua ha disminuido considerablemente su caudal. Está a la vista, no hay que hacer ningún estudio, basta con mirar en esta época cómo disminuye el caudal. (…) Acá la vida ha cambiado mucho los últimos años, con el cambio climático hay menos lluvias y el agua es cada vez más escasa, algunas vertientes se han secado completamente, lo que es muy preocupante. Por eso nuestro objetivo es revertir esta situación y dejar una buena huella para las futuras generaciones”.

Familias de Tirúa desarrollan proyecto de restauración de bosque nativo para hacer frente a la crisis hídrica que vive el territorio